miércoles, 5 de agosto de 2009

En cuesta abajo

IGNORO, y no me importa, el nombre de quienes hacen y clasifican las encuestas, nacionales o no. Descreo de ellas. Las leyes de los grandes números, sobre todo si son pequeños, representan la falibilidad. Por ejemplo, la última que afecta a los partidos políticos y a la calificación de las personas que están en el ajo. Y a ajo huele. ¿Qué nos puede importar si un conjunto de profesionales está una décima sobre otro si, ya en principio, ha suspendido a todos la cátedra de esa sociedad? Rebus sic stantibus, ¿qué coño importa quién esté más o menos suspendido? Lo que hay, según la encuesta, es que amotinarse contra los que gobiernan e impedir que lo hagan quienes ahora no lo hacen. Y luego prohibir, en las nuevas elecciones, que aparezca ningún nombre de quienes hoy representan su comedia -mal- en nuestro escenario. Yo no participo, por lo mismo que no las veo, en ninguna encuesta. Y aconsejo que se obre como yo. Ni representan a nadie, que no sea quien las hace, ni significan más que una triste pérdida de tiempo. Para nosotros; porque ellos bien que cobran por hacerlas.
Antonio Gala / El Mundo