lunes, 20 de julio de 2009

Ciudad Patrimonio de la Humanidad



Y sería musulmana con el último Omeya –dinastía de señores y califas de Damasco–, quien se erigió en emir independiente al derrotar en el 773 a Yussuf, emir de Al-Andalus. De todo hay vestigios en la Córdoba de hoy, abierta a la admiración de sus visitantes.Bien es cierto que además de su puente sobre el Guadalquivir y el imperecedero rastro de sus filósofos y poetas, la ciudad romana que vivió siglos de esplendor fue transformándose con la dominante cultura árabe hasta convertirse en el centro más importante del mundo islámico y poderoso califato, con Abderramán III, cuyo poder plasmó en la ciudad palacio de Medina Azahara. Durante cinco siglos adquirió el semblante que hoy continúa caracterizándola.Su más emblemático monumento –ha quedado dicho– es la Mezquita, con su más de medio millar de columnas y arcos superpuestos, la cúpula octogonal ornada con mosaicos polícromos; la “quibla”, con sus importantes tesoros; el “mihrab” de mármoles labrados y arco de herradura recubierto de mosaicos bizantinos... y la Catedral cristiana, que abarca desde el mudéjar al barroco.El viajero debe recorrer sus estrechas calles y escondidas plazuelas enmarcadas por la blancura de la cal y el bermellón de los geranios brotando de la forja de rejas y balcones. Seguramente se le abrirá algún portal para ofrecerle la visión de uno de sus típicos patios floridos sólo techados de cielo, necesidad heredada de los árabes de cultivar la belleza y cobijarla en el ámbito hogareño.
Quizás tenga la ocasión, cuando esos mismos patios y la ciudad toda se engalanan con “las cruces de Mayo”, de escuchar que el aire se quiebra en el lamento profundo del cante; es la voz ancestral de Córdoba y Andalucía.Encontrará también en el Alcázar de los Reyes Cristianos, como en tantos otros sitios, remanso de paz y evocador recinto de historias más conocidas. Y en la Posada del Potro, del siglo xv, lugar donde Cervantes ubicó uno de los pasajes del Quijote. Y en la plaza de Tiberíades, en plena judería, que legó a Córdoba uno de sus más importantes pensadores, Maimónides, cuya estatua de bronce la preside, junto a la única Sinagoga de Andalucía.Además le esperan otras muestras de su sabiduría de siglos, desde el cordobán, el guadamecí y la platería que constituyen un legado artesanal de inigualable valor, hasta la gastronomía, con platos tales como el estofado de rabo de toro, la ternera con alcachofas, la olla cordobesa o los pichones con aceitunas, sin olvidar el salmorejo cordobés, variante autóctona del universal gazpacho.
Y brinde por la fortuna de haber conocido Córdoba con uno de sus añejos y olorosos vinos de la campiña de Montilla-Moriles. ¡Salud!